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EL DUEÑO DEL ASADOR DE VILLALONQUEJAR PERMITE FUMAR

EL DUEÑO DEL ASADOR DE VILLALONQUEJAR PERMITE FUMAR

Es el primero en echarse un cigarro

No le gusta el uso del término insumiso para definir su actitud ante la nueva Ley Antitabaco. Pero lo cierto es que en el establecimiento que regenta Ricardo Tajadura Alonso, el asador Villalonquéjar -situado en el barrio burgalés del mismo nombre-, se puede fumar. Y el primero que lo hace es su dueño, que se declara fumador «compulsivo, de tres cajetillas diarias». De hecho, en el cuarto de hora que dura la conversación con él enciende hasta tres cigarrillos.
Y si él no se corta, sus clientes tampoco. De hecho, la puerta sigue luciendo el cartel de ‘Se permite fumar’, de uso obligatorio en los locales que decidieron permitir el tabaco cuando entró en vigor la anterior Ley, menos restrictiva. Y Ricardo Tajadura, además, considera que no es «nadie» para decirle a una persona mayor de edad que debe tirar el cigarrillo al suelo o salir a la calle a fumárselo.
«Yo fumo porque se trata de mi establecimiento, ni más ni menos, y a mis clientes ni les permito ni les dejo de permitir, son libres de hacer lo que quieran», señala.

 En la última semana ha recibido dos visitas de la Policía Local. La primera fue el día 11 de enero. Y no se dejaron caer en su bar por casualidad, en su opinión, ya que desde hace dos años y medio que dirige el local, «no había pasado ni un solo agente de uniforme». «No creo en las coincidencias», señala en la creencia de que alguien podría haberle delatado.

Ese día los policías le instaron a que apagara el cigarrillo, pero el se negó alegando que estaba en su bar y que su clientela no tenía ningún problema. «Les atendí fumándome un pitillo», recuerda. Los agentes le identificaron y la Policía Local ha remitido la denuncia al Servicio Territorial de Sanidad. Y ayer volvieron a acudir. En esta ocasión no encendió ningún cigarro, pero volvieron a tomarle el nombre.
Su local es una isla en una ciudad en la que la mayoría de los establecimientos respeta la Ley. Por ello su parroquia, compuesta en su mayoría por fumadores, está muy contenta. De hecho, sus clientes exhiben ufanos las cajetillas de tabaco que colocan sobre la mesa. Y entre sorbo y sorbo del chupito o del café agarran el mechero y se encienden un pitillo. Paco, con un güisqui servido en vaso de tubo, declara que es el único bar que frecuenta, porque allí puede fumar.
Tajadura denuncia la hipocresía del Gobierno a la hora de dictar esta normativa. Si hubiera sido por una cuestión de «salud pública lo que tendrían que hacer es prohibirlo». Pero lo que persiguen es «poder cobrar los impuestos del tabaco y además las multas por fumar en lugares no permitidos».
Este hostelero, que también se dedica al negocio de la distribución de carne y fabricación de morcillas, está en contra de actuar como delator de sus clientes. Advierte que él no es ningún policía. «Por qué tengo yo que delatar a quienes vienen a mi negocio; ésa no es mi misión», indica.


Además, la prohibición ha llegado en el peor momento, en plena crisis económica. Hace cuatro meses tuvo que despedir al último de sus empleados. «¿Qué quieren con la prohibición, que cierre mi negocio; de eso nada», afirma.
Y él pretende que se fume, pero no está dispuesto a crear ningún club ni ninguna sociedad gastronómica. «No quiero reformar mi local, eso implicaría separar el local y además no poder despachar bebidas ni comida; no es esa mi idea del negocio», argumenta.


En los próximos días habilitará una página web en la que publicará una serie de consejos para eludir la Ley Antitabaco y permitir fumar en los locales hosteleros. No será gratis, ya que su intención es cobrar 100 euros a los empresarios interesados. «No es nada, es lo que pierden en una mañana por vender pocos cafés», estima.Tajadura es consciente de que puede enfrentarse a una multa de entre 600 y 10.000 euros por permitir fumar en su local. «Pero estoy muy tranquilo», asegura.
Ya ha habido 13 denuncias.

 

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